jueves, 11 de abril de 2013

5 Frutos sin cáscara

Ayer leí este artículo de José Fernando y se me quedó ahí, dando vueltas. El caso es que yo también he conocido personas que, con la mejor intención, entienden la libertad o la pobreza como desapego hacia quienes les rodean. No quieren ligarse a nadie para no hacer daño, o para no sufrir ellos mismos, o para estar siempre disponibles para todos. A veces, se inmolan en una soledad cruel en aras de la libertad, de la disponibilidad. Y aconsejan a los demás que hagan lo mismo.

Decir que el amor te ata es como decir que la fe te ata: un contrasentido. El amor que ata no es amor, es otra cosa. Es, quizás, que quiero que me quieras, que busco tu aprobación, que me siento solo. El amor no ata: sostiene. El amor es la cuerda de escalada que me sujeta a ti y me ayuda a subir contigo.

Vivir mirando al Cielo, o a la muerte, probablemente sea la actitud más inteligente que puede tomar un ser humano. Pero esa mirada no me despega de la tierra, sino que me une más a ella, porque me ayuda a comprender que mi único trabajo aquí, mi función, es amar sin medida. Mirar a la muerte evita que me distraiga pensando que quizás hay otras cosas que importan.

Puedes pensar que es injusto para otros que me una más a unas personas que a otras. Pero no solo es prácticamente inevitable, sino natural, y maravilloso, que me sienta más cerca de algunas personas. Hemos sido creados desiguales para que nos busquemos, para que nos amemos, para que florezcamos en comunión con otros. Y precisamente porque somos distintos, no todas las relaciones tienen la misma calidad, ni la misma hondura, y considero no solo un privilegio sino una responsabilidad el cultivar y cuidar esos campos fértiles en los que a veces de repente, sin saber cómo, nos encontramos.

El amor no necesita ser correspondido. ¡No! ¿Ninguno? ¡Ninguno! El amor es entrega pura y generosidad. Lo que sí necesita el amor, como entrega que es, es fruto. Si la entrega no da fruto, no tiene razón de ser. En algunos amores, el fruto crece al calor del proyecto compartido, de la compañía, de la vida (entendiendo "vida" como "todo mi yo") puesta en común. Pienso en Francisco y Clara, o en el matrimonio de mis padres, o en mis mejores amigos. En otros amores, el fruto nace en la generosidad y el cuidado: me entrego a ti para que tú puedas entregarte a los demás. Te cuido y me preocupo por ti, y a cambio recibo cariño y atención. Pero sé que no es ese el fruto. Sé que algún día, quizás mañana, habrá otros que te necesiten más que yo, y seré feliz sabiendo que te das a ellos con todo tu ser, porque justo para eso estoy aquí. Pienso, por ejemplo, en Santa Mónica y San Agustín, o en la monjita india que rezó por Benedicto XVI durante veinte años, o en tantos padres y maestros.

¿Tiene más valor un amor que otro? Para nada. Simplemente, dan fruto de manera distinta. Muchas veces, además, no sabemos si se trata de uno o de otro. Y ¿qué importa? Lo que tienen en común, lo que les hace ser amores de libertad y no de atadura, de alegría y no de celos, es que busco el fruto, y que el fruto no es para mí. Es para ti, y para Alguien mucho más importante que tú y que yo, y que siempre está con nosotros.


5 comentarios:

  1. De acuerdo en muchas cosas y en desacuerdo con otras.

    "El amor no necesita ser correspondido. ¡No! ¿Ninguno? ¡Ninguno!" suena muy bonito pero creo que así sólo puede amar a Dios. En el amor de pareja, por descontado. Tiene que ser correspondido.

    ¿Puede alguien amar si haber descubierto que es amado? No lo sé. Lo dejo ahí.

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  2. No sé... Sigo pensando que es así. La correspondencia es uno de los frutos del amor de pareja, pero no en cuanto "amor" sino en cuanto "de pareja". El amante se entrega porque ama, no porque es amado; el ser correspondido viene después.

    Sí que creo que se puede amar sin saberse amado, porque el amor está inscrito en la naturaleza humana y es lo que le da sentido. Además, somos amados, profundamente, y de alguna manera lo sabemos. No partimos de cero, no construímos en el vacío.

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  3. Lo contrario al Amor es el Dolor. El Amor no correspondido, duele, desequilibra, desespera, y al otro lado de la balanza, se suele encontrar una persona con personalidad narcisista, egoísta e incluso violenta. El Amor no correspondido se alimenta del miedo, de la dependencia, de la soledad, del masoquismo, de la obsesión... Es patológico, y nada recomendable.

    La entrega hacia los demás es un tipo de Amor muy concreto, de personalidad solidaria, donde están presentes el altruismo y la empatía, y es cierto que el altruismo está inscrito en nuestros genes, y también se da en otras especies animales (ver "Ley de Hamilton" por si os interesa). Y es un Amor cuya principal recompensa es la supervivencia del grupo con el que estás emparentado (todas los seres humanos estamos emparentadas al ser de la misma especie), y en las personas esto se relaciona además con los sentimientos particulares del individuo, la ética, la valoración consciente de nuestra propia conducta que da lugar a un tipo de emoción llamada "vergüenza moral".

    Recuerda la frase de Mario Benedetti: "Y para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor."

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  4. Hola Susana, felicidades por la entrada.

    Estoy de acuerdo, el amor no requiere de correspondencia como finalidad, pues el amor es más bien desinteresado en cuanto que en sí es la posesión de un bien, el bien de aquel a quien dirigimos nuestro amor, que es, por otro lado, el modo correcto en que hemos de tratarnos las personas. El gozo del amor es amar, no el ser amado. Por otro lado es bien cierto, y creo que así lo experimentamos todos, que cuanto más amamos en mayor medida alcanzamos un doble bien – aquí puede estar la posible correspondencia quizá –: de modo directo la plenitud de la persona amada e indirectamente o en consecuencia nuestra plenitud al vivir en el amor, que en sí es la vocación que Dios pone en el hombre al crearlo a su imagen, y esto no es simple poesía, pues todos percibimos que ésta es nuestra natural inclinación ontológica, ya que nos amamos verdaderamente a nosotros mismos – y apreciamos un crecimiento interno, una elevación – en cuanto amamos a otros y cuando nuestro amor no se limita sólo a la pareja, a los familiares o amigos, sino a la humanidad misma.

    Es evidente, por otro lado, que existen distintos modos de amor personal, los más elevados el amor de amistad y el amor de pareja, que dice Santi. En estas dos formas de amor no es que haya una correspondencia, sino que existe una natural correspondencia, en la que cada amigo o cada miembro de la pareja desea el bien del otro y cada uno de ellos percibe el amor que el otro le muestra. Además, en el caso del amor de pareja existe otro elemento esencial de reciprocidad, que es la sexualidad, que es un mayor grado de donación del ser que es el amor. Por tanto no creo que el amor necesite ser correspondido, sino que en el amor – en especial el de amistad – hay una reciprocidad – pues el amor es la forma sublime en que se tratan las personas – razón por la cual amamos a las personas y no a las cosas.

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  5. Creo que el único que puede amar sin ser correspondido es Dios...Dios es amor, y no puede hacer otra cosa que amar.
    Nosotros en cambio necesitamos del amor como necesitamos del alimento. Necesitamos ser amados, necesitamos sentirnos amados, pues sin recibir amor no aprenderemos a amar, y el amor que tengamos acabará por agotarse.
    Hasta los santos necesitan recibir amor para darlo. La diferencia es que ellos no buscan recibir ese amor de las criaturas, sino de Dios, y este les llena tanto que no necesitan ser correspondidos para amar a los demás.

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