Los creyentes de toda la vida, las personas que han nacido, crecido y madurado en la fe, a veces envidian a los conversos. Por lo colgados que andamos, supongo, por esa locura kamikaze que nos provoca la cercanía del abismo recién descubierto.
Sin embargo, yo también envidio a los creyentes de siempre. Los conversos solemos tener una historia de cabezazos contra un muro, de búsqueda agotadora, a veces de desesperación. Conozco conversos que dejan a Santo Tomás a la altura de una iguana doméstica, si no en profundidad y eficacia de su pensamiento, al menos sí en energía y tiempo empleados en cavilar sobre la fe.
Hace unos días tuve por Facebook una conversación que me marcó. Discutíamos, un chico agnóstico y yo, en el muro de un amigo común, sacerdote y creyente desde siempre. Hablábamos sobre la fe y la libertad. La conversación iba ya por la ontología de Schopenhauer (es decir, que el asunto era grave) cuando nuestro amigo intervino:
- A ver, ¡esto no puede ser tan complicado!
Me mató, porque llevaba toda la razón del mundo. Supongo que nos había estado leyendo como una madre que observa a sus dos bebés jugar con el mando de la tele, partiéndose de risa. Con esa inocencia profunda que otorga el conocimiento de la verdad. Con esa fe aplastante y esa claridad en la mirada.
Cuánto me queda por aprender.
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Hola Susana
ResponderEliminarHe descubierto tu blog recientemente, y te felicito. Me ha gustado mucho, y lo voy a seguir, asi que... Probablemente aparecere por aqui de comentarista de vez en cuando.
Yo voy un poco al reves que tu, nacido y crecido en la fe, pero quiza no madurado del todo... porque se me va como desprendiendo poco a poco empezando por la participacion que he tenido en distintos grupos/org de la iglesia, y... Terminando ya veremos... Un abrazo, y animo con tu blog
/Pepe