miércoles, 7 de noviembre de 2012

13 Matrimonio, gaymonio, lo que sea

Pues yo me voy a saltar a la torera el sensatísimo consejo de Todo era bueno y voy a opinar. No porque sepa más que otros sino porque esta mañana me he levantado contestona y para qué cambiar, ya me acuesto así.

Se ha montado una bastante gorda a raíz de una sentencia del Tribunal Constitucional que dice que la unión civil entre personas del mismo sexo puede llamarse "matrimonio".

Casi todas las mañanas, cuando voy a trabajar, me cruzo con un señor mayor que rebusca en los contenedores de basura y las papeleras en busca de comida. Luego, me paso la mañana viendo cómo unos chicos se dejan la piel por un sueldo mísero, aguantando lo que les quieran echar porque en la coyuntura que tenemos no les queda otra, y sin más esperanza que seguir, al menos, teniendo trabajo al mes siguiente.

Eso es escandaloso, indignante, vergonzoso.

Lo del matrimonio gay tal vez sea inadecuado. No tenemos datos sobre las consecuencias que puede tener para ellos o para sus hijos. No hay estudios suficientes y, los que hay, no sé hasta qué punto se han tenido en cuenta. Y hasta ahora, cuando nos hemos metido con la Ley Natural hemos salido escaldados. Es para ir con ojo.

¿Debería llamarse de otra forma? Seguramente. Pero creo que el matrimonio cristiano debe distinguirse de cualquier unión civil a la legua: por la calidad de su amor, por su entrega a Dios y a los demás, por la forma en que superan las pruebas que les pone la vida. Si realmente necesitamos que el matrimonio cristiano se llame de otra forma para distinguirlo, es que algo estamos haciendo mal.

Y te voy a ser sincera: con la que está cayendo, que dos personas quieran, generosamente y por amor, comprometerse para toda la vida, aunque sean del mismo sexo, me parece hasta conmovedor. Heteros modernos y progres, bloc y lápiz. Apuntad: se llama com-pro-mi-so.

Claro que tampoco os matéis apuntando. Porque dentro de unos años, cuando los homosexuales asimilen que pueden casarse y entregar sus vidas para siempre a su pareja, descubrirán que ya no les apetece. Al tiempo.

Entonces encontraremos alguna otra cosa con la que escandalizarnos, y mientras el viejecito de cerca de mi trabajo seguirá buscando en el cubo de basura. Bueno, no creo que viva tanto. Pero ya llegará otro.



13 comentarios:

  1. Lo que dices me recuerda a lo que dice el cardenal Christoph Schönborn: "no estamos en contra del matrimonio homosexual porque no existe. Sí pueden haber otras uniones (y leyes que regulen la convivencia de dos personas), pero no matrimonio, que siempre es entre hombre y mujer". Es decir, el matrimonio cristiano es algo distinto de una unión civil.
    También dice que Dios mira y tiene en cuenta todas las virtudes (el compromiso verdadero,la fidelidad, el cuidado mutuo también en la dificultad, etc) que pueden haber en una pareja homosexual,y que son amados infinitamente.

    ResponderEliminar
  2. Muy de acuerdo.
    De primeras, no me gusta cuando los cristianos gritamos s muy alto temas íntimos y delicados (como la homosexualidad), pero a veces susurramos muy bajo que Cristo ha resucitado. Es una autocrítica creo que necesaria, que bastantes palos nos dan por malinterpretar a proposito todo lo que dice la Iglesia cuando sale la CEE, por ejemplo, en este pais
    Y cayendo en la cuenta de que en las parroquias, colegios, instituciones, este tema puede salir no solo ha debate, sino como cuestión personal: un muchacho que tiene dudas puede encontrar obstaculos si solo oye determinadas cosas. Por eso ole por los que buscan la educación afectiva y sexual desde la antropología cristiana. Yo, como casi psicologo, estoy contento con la formación recibida, aunque debo decir que necesito más, mucho más.
    Por otro lado, ¿Nos importa algo el matrimonio civil? A mi nada, la verdad, me parece una cosa que no va más allá de un papel jurídico que da pie a ciertos derechos... No tiene ni un solo punto de comparación al SACRAMENTO del Matrimonio... Salvar el termino me parece bien (paradojicamente mi novia es filologa), pero hay que ir más allá, en los cursillos prematrimoniales, en la atención a los novios, a los recien casados, a los matrimonios con problemas (tantisimos!!), a la educación afectiva de los jóvenes... ¡Queda tanto por hacer ahi! Yo me alegro cuando veo iniciativas de ese tipo, con las que algún día me gustaría colaborar más activamente...
    Buenas noches!

    ResponderEliminar
  3. Marta: no conocía esas declaraciones. Me parecen acertadísimas.

    Javi: estoy de acuerdo. Bueno, menos en una cosita. Aunque el matrimonio homosexual no sea un sacramento, creo que como Iglesia sí que tenemos la responsabilidad de, si vemos que alguien se la va a pegar, avisarle antes. Aunque no vaya con nosotros. Ahora bien: una cosa es un consejo cariñoso y otra muy distinta sacar los palos y las antorchas. Más que nada porque así no hacemos bien a nadie, al contrario.

    ResponderEliminar
  4. Se me ocurren varias cosas. La primera es que el tema del nombre no es sólo una cuestión de palabras o términos: las palabras también protegen la naturaleza y el sentido de las cosas. Cuando no llamamos las cosas por su nombre estamos dañando a las cosas mismas y, por supuesto, también a las personas.
    La segunda cosa que se me ocurre es que hay una cosa cierta: no basta con oponerse a algo que sabes que no es bueno para las personas, hay que explicar y explicar los porqués y ofrecer las salidas adecuadas para cada situación así como apoyar a las personas adecuadamente, también a las personas que tienen atracción al mismo sexo.
    La tercera es que el tema de la Ley Natural es básico en esto y no por temor a salir escaldados hay que apartarlo: recibimos de Dios un modo de ser y si nuestros actos no corresponden a ese modo de ser jamás seremos felices porque será como sacar a un pez del agua, morirá. Cuando la naturaleza no ha concedido a dos personas del mismo sexo a vivir la donación que puede darse y se da entre el hombre y la mujer no podemos poner ambas uniones a la misma altura, porque estamos engañando a los mismos homosexuales y, por tanto, estamos haciéndoles daño. Las personas que han vuelto de relaciones homosexuales así lo confirman.
    La cuarta es que no es del todo cierto que no poseamos datos sobre las consecuencias que tiene la adopción de niños por parejas homosexuales. Lo que no tenemos, al menos eso creo, son estadísticas, pero ya empiezan a aparecer testimonios de personas que han crecido en hogares homosexuales y que hablan de las carencias afectivas que padecían. Asímismo, también tenemos testimonios de personas que crecieron sin su padre o sin su madre y podemos ver en ellos qué pasa cuando se elimina, como sucede en el matrimonio homosexual, una de las referencias básicas en la vida de un niño.

    En fin, espero que esto ayude un poco al debate. Saludos a todos.

    ResponderEliminar
  5. ¡Hola, Guiller! Gracias por tu comentario. Llevas mucha razón en todos los puntos y estoy de acuerdo. De hecho, parto de esa base, aunque tal vez no lo haya dejado claro. El post quería cuestionar más el dónde estamos poniendo el acento en el asunto, más que el asunto en sí.

    Es cierto que el lenguaje conforma la realidad, claro que sí. Pero a mí, particularmente, más que el hecho de que haya un contrato civil llamado "matrimonio" (y en este caso no veo diferencia entre que sea homosexual u heterosexual, porque muchos "matrimonios" civiles heterosexuales tienen más de acuerdo económico que de familia) me preocupa el ver tan poquitos, escasísimos matrimonios realmente cristianos, matrimonios que realmente sean un camino de fe y una vocación para sus miembros. En mi parroquia no conozco ninguno. No es que no encuentre perjudicial que se llame matrimonio a otra cosa, pero me preocupa infinitamente más que el matrimonio de verdad sea una especie en extinción.

    Por supuesto que hay que oponerse, y oponerse con razones, que las hay, y muy buenas. Y estoy segura de que la Iglesia va a saber hacerlo muy bien (nos criticarán igual, pero bueno). Pero creo que sería aconsejable, además, acercarnos más a la realidad de las personas homosexuales y, en lugar de centrar todas nuestras energías en oponernos a la nueva ley (que también) tratar de paliar el sufrimiento de la población homosexual.

    Estas personas lo están pasando fatal, principalmente, por la cultura de promiscuidad e infidelidad en la que están sumergidos. El que ahora puedan casarse es un mal arreglo, pero puede paliar la situación, de momento. No es la solución, pero puede aliviar. Y comprender esto, comprender la situación en toda su complejidad, es fundamental para que dejen de vernos como una amenaza, porque incluso dentro de algunas asociaciones de gays católicos la Iglesia es vista como una enemiga. Y nadie acepta consejos ni ayuda de sus enemigos.

    Recapitulando: creo que ahora mismo, respecto al colectivo gay, hay que poner la caridad por delante de la prudencia (lo que no significa abandonar la prudencia). Cuando nos hayamos acercado a la raíz de su dolor, cuando hayamos tendido los puentes necesarios, será el momento de poner el acento en la castidad o en que no les beneficia casarse. Pero ahora mismo el problema es mucho más profundo.

    ResponderEliminar
  6. Creo q vamos llegando al quid del asunto. Entiendo que por un lado está la cuestión doctrinal, que todos la tenemos clara, al menos por los comentarios. Mi comentario anterior fue porque no entendí bien el post y pensé que esta cuestión quedaba un poco difusa en lo que decías. Ahora, conociendo más tu pensamiento, puedo decir que estoy en esto completamente de acuerdo contigo en este ámbito.

    Supongo, ayudado también por las conversaciones mantenidas vía twitter, que quieres centrar la cuestión en el trato de la Iglesia, nosotros, con las personas homosexuales. En esto estoy absolutamente de acuerdo contigo. Hay que esforzarse para que se entienda que nuestra postura respecto de los temas que a ellos les afectan nace del amor que Dios y nosotros les tenemos. Creo que la penúltima frase de tu comentario es muy certera: “Cuando nos hayamos acercado a la raíz de su dolor, cuando hayamos tendido los puentes necesarios, será el momento...etc”.

    No obstante, quiero comentar otro punto del último comentario. Al hablar en el segundo párrafo del matrimonio me da la sensación de que llamas “matrimonio de verdad” solamente al cristiano y esto no es del todo cierto. la Iglesia reconoce que el matrimonio civil es verdadero matrimonio para personas no bautizadas, apóstatas e, incluso, para algunas confesiones cristianas (esto es una cuestión difícil que precisa más tinta). Por la gracia del bautismo el matrimonio natural es elevado a la calidad de sacramento, pero eso no quiere decir que uno sea más verdadero que el otro. El matrimonio civil tiene mucho más valor del que parece. De ahí la importancia de que no haya confusión de términos ni se equipare una cosa con otra

    ResponderEliminar
  7. Pues sí, Guiller, llevas razón. Yo estaba considerando matrimonio de verdad solo el cristiano. Gracias por la corrección, ahora veo un poco más claro el problema con la terminología.

    Sí, en el tema doctrinal estamos totalmente de acuerdo. En lo que yo quería incidir (la verdad es que tampoco tenía las ideas tan claras como pensaba, me he dado cuenta hablando con vosotros) es en comunicar, insistir, en que la postura de la Iglesia nace del amor. Muchas personas homosexuales viven en una búsqueda desesperada de amor y de paz, y Cristo les está esperando para dárselos. Y se puede (y se debe) transmitir ese mensaje exactamente con la misma doctrina, sin rebajar ni un ápice. Pero insistiendo en el amor, la acogida, la comprensión y la escucha.

    ResponderEliminar
  8. Bueno, pegaré mi comentario por aquí ya que por Facebook no hay respuesta...

    Yo no sabría qué contestar a lo que has escrito que estuviera relacionado directamente con el matrimonio homosexual porque no te refieres tanto a él como a que te molesta que no se distinga entre matrimonio cristiano y el resto. En eso sí estableces un debate, en lo otro no, aunque también estaría encantado de ver cuales son tus razones, porque hay que especificarlas claramente; hay varias razones distintas que se esgrimen en contra del matrimonio homosexual y cada uno tiene la suya, ¿cual es la tuya? Con el otro tema sí has dado un argumento muy claro y eso sí se puede debatir. Dices que el matrimonio cristiano tiene cualidades que lo distinguen del resto; para mejor, se entiende. Desgraciadamente, los datos desmienten que esas cualidades realmente hagan que sea mejor o que en la práctica materialicen esos conceptos de los que hablas, compromiso, entregar la vida a la pareja, comprometerse para toda la vida (sic)... Si buscas datos de divorcios de matrimonios civiles y cristianos te llevarás muchas sorpresas. Aquí te dejo uno y su fuente: los cristianos se divorcian más que los ateos.

    http://www.religioustolerance.org/chr_dira.htm

    ResponderEliminar
  9. Perdona, Alberto, tengo el Facebook un poco abandonado. Ya os he contestado allí:

    https://www.facebook.com/susana.hortigosa/posts/433559716703894?comment_id=4200042&notif_t=share_comment

    ResponderEliminar
  10. Hace más de un año tenemos matrimonio igualitario en la Argentina. Tal cual así lo expresa la ley. Algunas personas se han acogido a esta unión pero no es que han corrido en avalancha para formalizar la cuestión. Como leí en otros comentarios, EL COMPROMISO es lo que asusta, tanto a heteros como a homosexuales.
    En cuanto a la educación de los niños, tema difícil, y no solamente para los que tienen dos papás o dos mámás, sino también para los matrimonios que tienen que explicar a sus hijos estas uniones homosexuales. El tiempo dirá. Sigamos rezando.

    ResponderEliminar

 

y en tu camino seré el andar Copyright © 2011 - |- Template created by O Pregador - |- Powered by Blogger Templates