viernes, 26 de octubre de 2012

2 Una imagen

Había tenido un día malo. Muy malo. Uno de esos días en los que te dan ganas de mandar a todo el mundo a tomar por, sin distingos y con saña, y luego sentarte en un rincón a balancearte mientras te abrazas las piernas.

Así que después de la misa me he quedado un rato a renegar del mundo con Jesús. Lo que me aguanta, el pobre, especialmente teniendo en cuenta que el mundo lo hizo él y yo se lo pongo a caer de un burro.

Estaba en la basílica de Medinacelli y, en el piso de arriba, habían expuesto la imagen del Cristo del mismo nombre, que en Madrid es como si expones a Cristiano Ronaldo delante de un instituto. La gente iba pasando en fila y le besaba los pies, creo. La cola llegaba hasta la puerta, que en esa basílica es decir mucho porque es King Size, y me atrevo a asegurar que había estado así toda la tarde.

Dos metros más abajo, Cristo en persona, desde el Sagrario, miraba a una nave prácticamente vacía.

Me estaba dando un poco de pena y todo. Cuesta entenderlo. Es como ir a ver a tu novio a su casa y, cuando te abre la puerta, ignorarle para lanzarte a dar besos a una foto suya. Es raro.

Estaba pensando en estas cosas, cuando he visto por el rabillo del ojo a dos niños que iban por el pasillo. Muy despacito. Tendrían ocho o diez años y parecían hermanos. Uno de ellos llevaba en la mano un rosario de plástico azul eléctrico.

Iban tan despacio porque avanzaban de rodillas. Paso a paso, totalmente absortos.

Derechitos al Sagrario.

Supongo que es la forma que tiene Dios de llevarte la contraria cuando criticas su querido mundo.

En el fondo, es un respondón.

El respondón

2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con tu apreciación acerca del sagrario y la imagen... Así nos va... Y también tengo que decir que la imagen de esos niños de rodillas camino del Sagrario me resulta... "extraña" por ser suave. Una cosa es que estén de rodillas frente al Sagrario y otra es que vayan a él de rodillas... No sé...

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  2. Bueno, físicamente no creo que estuvieran haciendo nada demasiado exigente (a esa edad hacen burradas mucho más gordas todos lo días), aunque sí podríamos cuestionar si es adecuado. No sé si incitaría a mis hijos a hacerlo, y estoy segura de que a Carlos le parecería pasarse. Pero a mí, en aquel momento, me resulto una imagen fresca e inocente.

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