miércoles, 24 de octubre de 2012

2 La llave con forma de cruz


"A ellas les gustaba hacer castillos con naipes. Una tarde –habían muerto ya Rosario y Dolores–, absortas en torno a la mesa, contenían la respiración al colocar la última carta de uno de aquellos castillos, cuando Josemaría –que no acostumbraba a hacer cosas así– se lo tiró con la mano. Se quedaron medio llorando, y Josemaría, muy serio, les dijo: –Eso mismo hace Dios con las personas: construyes un castillo y, cuando casi está terminado, Dios te lo tira."
  
Los seres humanos entendemos el dolor como un castigo o como el fruto de un error. ¿Qué he hecho mal?, nos preguntamos. ¿Por qué a mí? ¿Por qué ha tenido que morir mi hermana entre tanto sufrimiento, si ella siempre fue tan buena? ¿Qué le costaba a Dios ahorrarle ese trance? Pues ¿no es todopoderoso? ¿Por qué no interviene?
 
Los cristianos solemos dar distintas respuestas cuando nos preguntan por qué Dios permite el sufrimiento: que es consecuencia de nuestra libertad, que es la Naturaleza que se aferra a la vida, que sirve para que aprendamos. Pero estas respuestas no son siempre satisfactorias. ¿Qué sentido tiene el padecimiento de un bebé que muere entre dolor horas después de nacer?, me preguntaba hace unos días un chico por Twitter. No supe responder.
 
Lo cierto es que Dios puede evitar el dolor. Ya lo ha hecho antes. ¿Cuántos enfermos no curó Jesús? Entonces, ¿por qué no los curó a todos? ¿Por qué no acabó de un plumazo con toda la enfermedad, para siempre?
 
¿Acaso no quiere? ¿No le importa a Dios nuestro dolor? Más bien al contrario: las Escrituras nos cuentan cómo Jesús se compadecía de los enfermos, de los que habían perdido a un ser querido. A Dios le importa tanto el dolor humano que quiso que la tortura de un solo hombre sirviera para redimirnos a todos, para siempre. Pero, de nuevo, ¿qué sentido tiene que un hombre pague por algo que han hecho otros? ¿Por qué esa sangre limpia los errores de la Humanidad? Es más, ¿por qué tenemos que lavar nada con sangre?
 
Desde luego, la relación de Dios con el dolor humano es, cuanto menos, curiosa. Ya cuando nos dijo aquello de "Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados" debimos empezar a sospechar. ¿Por qué me haces llorar primero, para después consolarme? ¿No nos podemos ahorrar tú el trámite y yo el mal rato? Y ¿qué valor tan grande tienen este llanto y este consuelo, para que los incluyeras, Cristo, en las bienaventuranzas?
 
El Josemaría con el que hemos abierto el post, el niño enfadado con Dios, fue canonizado hace diez años. Se apellidaba Escrivá de Balaguer y entregó su vida al Dios del que renegaba de adolescente. Me llama la atención lo cerca que suelen estar los santos del sufrimiento. Me acuerdo, por ejemplo, de mi querido San Rafael Arnaiz, que vivió siempre enfermo y murió muy joven. O de San Francisco de Asís, cuyo premio después de una vida de desprendimiento y penitencia fueron sendos agujeros en manos y pies que no paraban de sangrar ("Toma, Paco, unos agujeritos. Hale, a disfrutar. Feliz Navidad"). Pero mucho más me llama la atención la respuesta de los santos ante el dolor. En los escritos de San Rafael Arnaiz se repite una y otra vez: "¡Pero qué bueno es Dios conmigo! ¡Qué bueno!". Francisco recibió sus estigmas como el mayor regalo que pudiera concebirse. Con "gozo", cuentan.
 
Pienso en el concepto que leí en José Pedro Manglano del Cielo. El Cielo no sería un sitio, no es un estar, sino un ser. El hombre necesita transformarse, estar preparado, para entrar en el Cielo. Tal vez el dolor sea el muro por el que, como la hiedra, trepa el Ser hacia el Cielo. Pienso también en una escultura: cuanta mayor calidad tenga la piedra, más exactamente podrá moldearla el escultor. Recibirá más golpes, pero también más gozo por estar tomando la forma que está llamada a tomar.
 
Pero entonces, ¿por qué no nos ha hecho Dios ya transformados, felices y tranquilitos en nuestro Cielo? ¿Por qué nos hace pasar por esto? ¡Si dice que nos ama!
 
Imagina por un momento que fueras el único chico/chica en el mundo. ¿Valorarías igual que ahora el amor que te profesa tu pareja? Si no tiene elección, ¿vale igual su amor? Aún más, si tu pareja estuviera creada para quererte, como un robot, y ni siquiera pudiera elegir entre estar contigo o solo, ¿qué valor tendría su amor? ¿Sería amor siquiera? No, no hay amor si no se puede elegir amar. La libertad es condición indispensable para el amor. Del mismo modo, si Dios nos hubiera creado ya en su presencia, no podríamos amarle.
 
Ahora bien, ¿tenía que ser desagradable? El camino al Cielo ¿por qué tiene que pasar por sufrir y no por, no sé, comer donuts? Pues no lo sé. Confío en Dios y confío en su amor y en que hace lo mejor para mí, pero no siempre sé por qué hace lo que hace. Es lógico, por otra parte: Dios es mucho más complejo que nosotros, lo extraño sería que le entendiéramos siempre. Yo, por mi parte, le digo, con María, "hágase"... y tú sabrás, Señor, dónde te metes.
 



(...) ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

(Gabriela Mistral)


 
 

2 comentarios:

  1. No sé si vas a leer este comentario, pero es tremendo el post. Es uno de los misterios más grandes que tiene Dios, el del sufrimiento humano. Mi madre ha sufrido mucho, y un sacerdote le decía una vez que eso era que Dios tenía los ojos puestos en ella, que la quería mucho. Y mi madre, por aquel entonces con 25 años, muerta del dolor y el sufrimiento, me cuenta que le respondió "pues dile que no me quiera tanto!!!!!!!". Años después me dice que con el tiempo, y sólo con el tiempo, se ha dado cuenta de cuánto la ama Dios. Un beso

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    1. Leo todos los comentarios, os tengo bien controlados, ¡¡¡jejejeje!!!

      Muchas veces es muy complicado, sí, ver el amor de Dios cuando se sufre. Gran ejemplo el de tu madre...

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