miércoles, 5 de septiembre de 2012

0 Si yo soy bueno, ¿por qué Dios permite que me pasen desgracias?

Esta tarde me han recordado este hermosísimo pasaje del Eclesiastés:


Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.

Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;

tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;

tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;


tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;

tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;

tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;

tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.

¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?


Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él.

Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.

Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida;

y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.

He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.

 Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.


Y me ha recordado mucho a esto otro que he leído esta tarde también:

"A Dios no le importa el éxito, sino el amor. Disfruta con nosotros, y quiere que hagamos fructificar sus dones, y que seamos felices, y se ilusiona con nuestras ilusiones, y aplaude nuestros sueños... Pero no le importa el éxito. No le importa que nuestro castillo sea vistoso a los hombres, y que nuestros naipes se levanten siempre según nuestros planes. No le importan los resultados, sino el amor (¡por eso el perfeccionismo es tan poco cristiano!).

Sin embargo, a nosotros ¡nos importa tanto el éxito!... que terminamos por usar a Dios y transformarlo en una ayuda más para alcanzarlo. Nos importa tanto, que llegamos a declarar a Dios nuestro enemigo cuando no cumple nuestra voluntad, cuando las cosas no ocurren como nos parece mejor, cuando no colabora en la construcción de nuestro castillo de naipes."


(José Pedro Manglano, Dios en on)
 


Hágase tu voluntad y no la mía, Señor, que tú sabes mejor lo que te haces...

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