Y no solo me lo preguntaba a mí misma sino que también martirizaba con la duda a un amigo mío, creyente de toda la vida y paciente como él solo. La respuesta de mi amigo era siempre la misma: "Porque entonces no serías libre."
Piénsalo: ¿Cuál sería tu reacción si tuvieras de pronto la certeza de que hay un dios omnipotente y eterno? Probablemente después de la sorpresa vendrían el temor, la adoración o la obediencia (por lo que pueda pasar), pero difícilmente el amor.
Cuando a Jesús le pedían un milagro, solía preguntar: "¿Crees que puedo hacerlo?". Si la respuesta era afirmativa, entonces había premio. Si no, no. "Dichosos —le dice a Santo Tomás— los que creen sin haber visto." Y, ahora que lo pienso, tal vez en su lugar yo opinaría igual: yo tampoco quiero personas que me amen por quién soy (alguien poderoso, rico...): el amor realmente valioso es el que nace de la absoluta libertad del que ama. ¿No te parece que tiene sentido?
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