Pues es como si me preguntas que para qué vas a llamar a tus amigos si no necesitas que te presten dinero.
La amistad con Jesús, como todas, hay que cultivarla. Contarle nuestras penas, nuestras ilusiones o nuestros planes para las vacaciones, y también guardar silencio y dejarle hablar (o no hablar) a Él.
Hazme caso. Llámale. Aunque al principio creas que no te coge el teléfono: insiste, llámale otro día, y estáte seguro de que te lo acabará cogiendo.
lunes, 13 de agosto de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario