lunes, 13 de agosto de 2012

0 Automedicación


Los cristianos nos automedicamos contínuamente. Lo llamamos "confesarse directamente con Dios."

Es muy curioso. No nos importa perder toda una mañana en ir al médico porque nos duele un dedo del pie. Las cuentas de la Seguridad Social son buena prueba del celo que los españoles ponemos en acudir al profesional adecuado cuando se trata de la salud. No le preguntamos a la Madre Naturaleza y esperamos a que nos inspire el remedio: vamos al médico, que para eso ha estudiado una carrera, a que nos dé una receta.

Sin embargo, para algo de lo que depende no ya nuestro dedo del pie sino nuestra vida eterna, no nos importa autodiagnosticarnos, automedicarnos, y que sea lo que Dios quiera. Para nuestro alma no acudimos a los profesionales, a los que han estudiado muchos años para atendernos y extendernos la receta adecuada, sino que tenemos una charlita con Dios y ya nos quedamos con la conciencia tranquila.

Si Jesús nos puso pastores fue por algo: porque el hombre no puede crecer solo en la fe. El sacramento de la Penitencia es algo absolutamente maravilloso que solo tenemos los católicos, ¿por qué no lo aprovechamos más?

  • Porque hay determinadas cosas que me da vergüenza contarle al cura.
Es normal. A mí también me pasa. Cuando voy al médico también me da corte quitarme la ropa si me tiene que auscultar, o enseñarle una herida fea. Pero sé que, si no le doy todos los síntomas, no podrá curarme adecuadamente.

Además, el sacerdote probablemente no se va a sorprender. Sabrá lo que le quieres decir sin que tengas que darle detalles, y difícilmente se va a espantar, y mucho menos juzgarte. Ponle a prueba.

  • Es que ya me confesé una vez, y para contar siempre lo mismo...
Cuando limpias en tu casa, al tiempo se vuelve a acumular polvo, ¿verdad? Y ¿qué haces? ¿Lo dejas ahí porque es otra vez lo mismo? No, lo vuelves a limpiar. Con el alma pasa igual: periódicamente hay que arremangarse y hacer zafarrancho para mantenerla a punto.

  • Pero ¿qué va a saber el cura de mis problemas, de mi vida...?
Los sacerdotes saben muchísimo sobre el alma de las personas. Es parte de su trabajo. Además, son humanos y conocen las pasiones exactamente igual que tú y que yo... con la diferencia de que tienen muchos más conocimientos y experiencia. Y, punto importante, tienen línea directa con El de arriba, que es el que realmente sabe lo que necesitas.

  • No sé qué decirle...
Dile dónde te duele. Enséñale tus heridas y tus cicatrices (a ver, metafóricamente) y cuéntale tus dudas. Piensa en tu pareja, tu familia, tus amigos, tu trabajo. ¿Qué te hace feliz respecto a ellos? ¿Hay algo que podrías mejorar? Y tu amistad con Dios, ¿cómo es? ¿Le sientes distante? ¿Te ha decepcionado? ¿Te gustaría tenerle más cerca?

Este es un buen punto de partida. A partir de ahí, entre el sacerdote y tú ireis haciendo una confesión que te haga sentir cómodo y te beneficie.



¿Qué tal si te acercas a alguna parroquia que te guste y le dices al párroco que quieres confesarte? Te acogerá con cariño y te ayudará si no sabes cómo hacerlo. Tú solo lleva pensados los temas que quieres tratar. Esto es como ducharse cuando hace frío: da un poco de pereza pero... ¡qué bien sienta luego!


Vídeo: La canción que hicieron Los Delinqüentes nada más salir del confesionario :P

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