domingo, 13 de enero de 2013

4 El mensaje de Jesús: hay que ser bueno y rezar mucho

Años de mudanzas a golpe de bolsas de IKEA, centenares de horas pasadas fuera de casa sin más enseres que los que caben en una mochila y, sobre todo, un despiste al que solo mi ángel de la guarda sabe cómo he sobrevivido hasta ahora, me han hecho no tener demasiado apego a las cosas. Los objetos se pierden, se olvidan en cualquier sitio, se prestan y no se vuelven a recuperar y, sobre todo, se convierten muchas veces en un lastre. La memoria se apega a ellos y se olvida de abrazar la realidad. A veces guardo fotografías y cartas (de cuando se escribían cartas en papel) pero nunca las miro, porque todo lo que esas fotografías y esas cartas han sido, su significado auténtico, es el que llevo dentro de mí. Es lo que han hecho de mí. Si volviera a verlas ahora, no las comprendería, seguramente. "Para seguir camino/se muestra despegado de las cosas" dice un poema que me encanta de Luis García Montero.

Pero sí tengo un objeto preciadísimo para mí, al que miro cada día, y al que cada día comprendo de forma distinta. Es este:



La he sacado para la foto (así de paso te enseño mi pueblo) pero suele estar en un joyero barato sobre la cómoda de mi habitación. Es la vela que me dieron en día de mi Confirmación, durante la ceremonia. Simboliza, claro está, la luz de la fe. La luz del Espíritu que ese día acepté sin reservas, con todo lo que implica, con el compromiso y el miedo tremendo a fallar y, sobre todo, con un profundísimo, inexpresable agradecimiento. Entregando mi vida entera me estaría quedando en las lindes de expresar ese agradecimiento.

Hay personas que piensan que el mensaje de Jesús consiste en que "hay que compartir", "tenemos que querernos mucho" o "hay que rezar". Para las dos primeras no necesitamos a Jesús: cualquier moral medianamente sensata es capaz de llegar a esas conclusiones. Y la tercera, sin un motivo, simplemente no tiene sentido.

Cristo vino a traernos, a cada uno de nosotros, una velita como la de arriba. Como la que puso toda mi vida del revés. Vino a anunciarnos el Reino, el de dentro de nosotros y el del fin de los tiempos, el Reino eterno que teníamos ante nuestras narices y no veíamos. Vino a darnos un capón, con mucho cariño; a cogernos de la mano y decirnos: "A ver, por aquí, que te me pierdes". El resto: la oración, la justicia e incluso el amor, no son más que la respuesta inevitable, incontenible, de quien se sabe tan gratuítamente amado, de quien se siente desbordado de amor. Una vez que acoges la pequeña vela temblorosa en tus manos, el terremoto es ya imparable. Felizmente imparable.

4 comentarios:

  1. ¡Qué hermoso testimonio! Sí, es cierto, Jesús es toda una revolución, por lo menos así ha sido en mi caso. Leonardo Boff tiene un libro muy interesante "Los sacramentos de la vida", que habla de esas pequeñas cosas cotidianas que tienen un valor sacramental para nosotros, y que no necesariamente pertenecen al ámbito de lo religioso. Por cierto, me estoy volviendo un adicto a tu Blog, te voy a incluir en el blogroll del mío. Un abrazo desde mi tarde frente al Atlántico

    Marcelo

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  2. Me ha entrado la risa floja con el título. Pero es una risa algo melancólica, ya que por desgracia, eso es lo que se enseña ahora en mi parroquia a los más pequeños, ¿que es adviento? Pues prepararse siendo buenos y rezando, ¿que es Navidad? Pues hay que ser bueno y rezar porque Jesús ha nacido y es bueno, ¿que es año nuevo? Pues a rezar y ser más bueno que el año pasado... Y así todo.

    Y la verdad, es que ser catequista es una labor muy difícil de por sí, más si cabe cuando tu experiencia, tu formación de pequeño, adolescente y joven no ha ido por ahí... Te encuentras ante la perspectiva de mostrar la vida cristiana, de testimoniar a Cristo sin que al preadolescente (el cual se aburre soberanamente en unas misas extralargas y con una dinamica infantil...) le venga a la cabeza esas dos ideas a las que cada vez menos puede o quiere responder... Lo más es que se pregunte, buscar provocar la pegunta... ¿Que hago yo aqui? ¿Que es de mi vida?...

    Y aunque se que necesitarían un cuidado mejor por parte de quien no soy yo, lo provechoso de esta situación es que sabiendome tan pobre, descubro que menos mal que en mi vida ha habido más que portarse bien y rezar... Que Jesús se me ha hecho muy presente, que la Virgen me protege y que el Espiritu Santo me guía... si me dejo. Por que al final, si estos niños perseveran, será gracias a Dios, por encima de nuestra pobreza. Pero aqui viene el "dejate guiar" o más bien, "Sigueme".

    Por favor, rezad por esta situación, si fuese lo único que hoy en día vivo en mi parroquia, me daría con un canto en los dientes... Pero hay más y cosas que en otro sentido no ayudan a nadie, son tiempos difíciles. Prefiero mantener el anonimato, por pura discrección.

    Un abrazo. Y gracias, Susana, por escribir tan bien sobre el tema, dando una mirada positiva.

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    Respuestas
    1. Es cierto. Son tiempos muy difíciles... Pero ya sabes, los buenos metales se forjan al fuego. No pierdas la esperanza.

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