lunes, 10 de diciembre de 2012

0 Amor que transforma

Cierto que la palabra de Cristo tiene una eficacia intrínseca análoga a la de los sacramentos, pero el influjo de la persona que predica es más necesario que en los sacramentos. Estos obran con una eficacia garantizada, en cambio la palabra tiene que haber transformado al predicador en persona. Su misma vida tiene que demostrar la capacidad que tiene el evangelio para transformar la vida humana. La predicación debe ser, por tanto, un servicio y un testimonio. No se puede hablar del amor de una persona -de Dios a nosotros- sin que ese amor nos haya transformado.

De Sahagún y Sayes, Antropología filosófica y revelación divina


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