miércoles, 7 de noviembre de 2012

2 Un buen jefe

Hace unos días leía un post sobre la disponibilidad del cristiano. Venía a decir, más o menos, que está muy bien ofrecerse y entregarse pero que llega un momento en que el que mucho abarca poco aprieta.

Yo me dedico a la gestión de personal. Asigno tareas en función de la carga de cada técnico, de su capacidad y de sus cualidades. Siempre procuro que tengan lo necesario para realizar su trabajo, tanto herramientas como tiempo, y nunca, nunca, les pido más de lo que sé que pueden hacer.

Dios, como gestor de personal, es mucho mejor que yo, solo faltaría. Eso significa que tiene a sus viñadores bien atendidos, alimentados y descansados. Si te pide algo, es porque te va a dar el tiempo y las fuerzas para hacerlo. No es necesario andarme preocupando de si abarco o no abarco demasiado, porque yo no gestiono lo que hago para Dios. Ya lo hace Él y, por lo que he vivido hasta ahora, volvería a firmar ese contrato con los ojos cerrados.

Otra cosa, claro, es que me dé al pluriempleo. Si pretendo servir a Dios y a mi ego al mismo tiempo, la jornada no me da. Porque además yo tengo un ego de dimensiones épicas, y si le empiezas a dar de comer ya te puedes olvidar de hacer otra cosa.

Pero si trabajas solo para Dios, puedes estar tranquilo de que no te vas a ver enterrado en tareas. Si mis técnicos, que solo me tienen a mí, lo están, ¿no lo vamos a estar los cristianos, que tenemos el mejor jefe del mundo?

2 comentarios:

  1. Ya... el cómo diferenciar a Dios del ego y no enmarañarse es la clave de todo. Por eso es fundamental el silencio, la oración y la confianza. Besitos

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  2. Síp. Oración, confianza y amor. El amor es el antídoto perfecto contra la hipertrofia del ego.
    De todas formas, me queda tantísimo por aprender...

    ¡Abrazos!

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