jueves, 22 de noviembre de 2012

0 Cristianos de carne y barro

Hacía tiempo que no le robaba una entrada a Todo era bueno the great. Ya iba siendo hora.

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Y dice, entre otras cosas, lo siguiente:
Sobran ejemplos de cómo algunos falsos apologetas han convertido a santos de carne y hueso -que son regalos de Dios para que los hombres se ilusionen en el camino de la santidad- en caricaturas photoshopeadas de la santidad, que hablan más de las limitaciones de sus hagiógrafos que de la grandeza de Dios.

Porque ante los santos de cartón piedra uno dice: "Impresionante, no me extraña que haya llegado a santo, con lo bueno que era y con el buen material que había. En cambio yo...".

Pero ante los santos REALES uno dice: "Impresionante. Si con las debilidades -y pecados- que tenía esta persona Dios ha hecho un santo... conmigo también podrá hacerlo".

A los cristianos de a pie nos ha pasado en ocasiones lo mismo: taaaan buenecitos hemos querido aparecer, tan correctos, tan por encima de la suciedad de este mundo, tan "oig", tan "qué escándalo", que hemos acabado por convencer al resto de la gente de que el cristianismo no es para ellos. Que es para los elegidos, para los niños pijos de moral intachable, para los que nacieron sin mácula.

Y no es así. Aquí miserias tenemos todos. Unos más que otros y yo les gano a todos, sí, pero todos tenemos nuestras peleas con el egoísmo, con la pereza, con la vanidad, con lo que sea. El ser cristiano no es un levantarse por las mañanas a que los pajaritos se nos posen en el dorso de la mano y nos canten los buenos días. El cristiano se levanta del catre, normalmente antes de que haya amanecido, saluda a su Señor y se cuelga el sable, dispuesto a pelear mucho y, tal vez, vencer. O no. Con alegría (mucha), pero con sudor y con lágrimas. Con amor, pero no amor de pastel sino de desgarro.

El cristianismo es para personas. Para los que somos débiles; para los que hemos caído una y otra vez, pero aún nos quedan ganas de levantarnos... a veces. Para los que pensamos que no merecemos el amor de Dios ni casi el de los hombres. Para los que hemos hecho cosas que nunca contaríamos a nuestra madre. A por nosotros vino Jesús: no a por los santurrones ni a por los megaguays. A por nosotros.









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