lunes, 24 de septiembre de 2012

0 El hambre agudiza el ingenio (a veces)

Madrid. Cinco de la tarde. Acabo de salir del trabajo y he tenido una mañana de perros. De perros con colmillos feos. He quedado para un café (espero que sea güisqui) a las seis y media, así que no me puedo ir a casa. ¿Qué hacer? Pues me apetece hacerle una visita a mi Jesús Sacramentado, quedarme con él un ratito, contarle lo mala que es la gente conmigo, con lo buena que soy yo, y todo eso.

Saco mi Google Maps y busco: "iglesia". Solo me sale la parada de
Metro. Vuelvo a intentar: "parroquia". Ahora sí. Voy a la que está más cerca. Es un sitio precioso... pero la capilla está cerrada hasta las siete y media. Pruebo en otras dos, con idéntico resultado: el Señor no recibe hasta más tarde.

Frustrada, me voy a una cafetería y me pido un trozo gigante de bizcocho. Ya con azúcar en el cerebro, recuerdo que me han contado que hay lugares maravillosos donde el Santísimo está todo el día disponible, esperando con infinito amor nuestra visita. Tiro otra vez de Google y encuentro


¡Si tengo una aquí mismo! Me caigo del bus y aterrizo en la capilla. ¡La de lata que te voy a dar, Amor!

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