"Si tienes nervios sanos e inteligencia y salud y popularidad y una
buena educación, es probable que te sientas muy satisfecho con tu carácter tal
como es. “¿Por qué meter a Dios en eso?”, podrías preguntar. Te resulta bastante
fácil un cierto nivel de buena conducta. No eres una de esas criaturas
miserables siempre arrastradas por el sexo, o la dipsomanía, o los nervios, o el
mal humor. Todos dicen que eres un sujeto agradable y (entre nosotros) estás de
acuerdo con ellos. Es muy probable que creas que todas esas bondades son obra
tuya; y fácilmente puedes no sentir ~ necesidad de ninguna clase mejor de
bondad. A menudo la gente que tiene todas estas bondades naturales no puede ser
llevada a reconocer su necesidad de Cristo hasta que, un día, le fallan las
bondades naturales y se hace trizas su satisfacción. En otras palabras, es
difícil para los que son “ricos” en este sentido, entrar al Reino.
Es muy diferente para la gente desagradable: los pequeños, los
inferiores, tímidos, descarriados, débiles, solitarios, o las personas
vehementes, sensuales, desequilibradas. Cualquier intento de ser buenos los
lleva a aprender, en la mitad de tiempo, que necesitan ayuda. Es Cristo o
nada para ellos. Es tomar la cruz y seguir, o la desesperación. Son
las ovejas perdidas; Él vino especialmente a buscarlas. Son (en un sentido muy
real y terrible) los “pobres”: Él los bendijo. Son “esa gente atroz” con la que
Él anda y, por supuesto, de ella pueden decir los fariseos, como dijeron de la
que iba con Cristo, “Si hubiera algo de verdad en el cristianismo, esa gente no
sería cristiana”.
Hay aquí o una advertencia o un estímulo para cada uno de nosotros.
Si eres una persona agradable -si la virtud te es fácil-, ¡cuidado! Mucho se
espera de aquellos a quienes mucho se da. Si equivocadamente crees méritos tuyos
los que en realidad son dones que Dios te hace a través de la naturaleza, y si
estás satisfecho simplemente con ser agradable, todavía eres un rebelde; y todos
esos dones tan sólo harán más terrible tu caída, más complicada tu corrupción,
más desastroso tu mal ejemplo. El Demonio una vez fue un arcángel; sus
dones naturales eran tan superiores a los tuyos como los tuyos lo son respecto a
los de un chimpancé.
Pero si eres uno de los pobres -envenenado por una crianza miserable
en una casa llena de celos vulgares y peleas sin sentido; cargado, sin que tú lo
eligieras, con alguna repugnante perversión sexual; importunado sin cesar, día
tras día, por un complejo de inferioridad que te hace contestar de mal modo a
tus mejores amigos-, no te desesperes. Él sabe todo eso. Eres uno de los pobres
a quienes bendijo. Sabe qué miserable maquinaria estás tratando de conducir.
Sigue adelante. Haz lo que puedas. Algún día (quizás en otro mundo, pero quizás
mucho más pronto), Él la arrojará al montón de desechos y te dará una nueva. Y
entonces nos dejarás pasmados, y también lo estarás tú, porque habrás aprendido
a conducir en una escuela difícil. (Algunos de los últimos serán los primeros, y
algunos de los primeros serán últimos.)
Las negritas son mías.
Yo añadiría: una vez que se le ama, es siempre o Cristo o nada.
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