martes, 21 de agosto de 2012

0 No necesito a Dios

"Si tienes nervios sanos e inteligencia y salud y popularidad y una buena educación, es probable que te sientas muy satisfecho con tu carácter tal como es. “¿Por qué meter a Dios en eso?”, podrías preguntar. Te resulta bastante fácil un cierto nivel de buena conducta. No eres una de esas criaturas miserables siempre arrastradas por el sexo, o la dipsomanía, o los nervios, o el mal humor. Todos dicen que eres un sujeto agradable y (entre nosotros) estás de acuerdo con ellos. Es muy probable que creas que todas esas bondades son obra tuya; y fácilmente puedes no sentir ~ necesidad de ninguna clase mejor de bondad. A menudo la gente que tiene todas estas bondades naturales no puede ser llevada a reconocer su necesidad de Cristo hasta que, un día, le fallan las bondades naturales y se hace trizas su satisfacción. En otras palabras, es difícil para los que son “ricos” en este sentido, entrar al Reino.

Es muy diferente para la gente desagradable: los pequeños, los inferiores, tímidos, descarriados, débiles, solitarios, o las personas vehementes, sensuales, desequilibradas. Cualquier intento de ser buenos los lleva a aprender, en la mitad de tiempo, que necesitan ayuda. Es Cristo o nada para ellos. Es tomar la cruz y seguir, o la desesperación. Son las ovejas perdidas; Él vino especialmente a buscarlas. Son (en un sentido muy real y terrible) los “pobres”: Él los bendijo. Son “esa gente atroz” con la que Él anda y, por supuesto, de ella pueden decir los fariseos, como dijeron de la que iba con Cristo, “Si hubiera algo de verdad en el cristianismo, esa gente no sería cristiana”.

Hay aquí o una advertencia o un estímulo para cada uno de nosotros. Si eres una persona agradable -si la virtud te es fácil-, ¡cuidado! Mucho se espera de aquellos a quienes mucho se da. Si equivocadamente crees méritos tuyos los que en realidad son dones que Dios te hace a través de la naturaleza, y si estás satisfecho simplemente con ser agradable, todavía eres un rebelde; y todos esos dones tan sólo harán más terrible tu caída, más complicada tu corrupción, más desastroso tu mal ejemplo. El Demonio una vez fue un arcángel; sus dones naturales eran tan superiores a los tuyos como los tuyos lo son respecto a los de un chimpancé.

Pero si eres uno de los pobres -envenenado por una crianza miserable en una casa llena de celos vulgares y peleas sin sentido; cargado, sin que tú lo eligieras, con alguna repugnante perversión sexual; importunado sin cesar, día tras día, por un complejo de inferioridad que te hace contestar de mal modo a tus mejores amigos-, no te desesperes. Él sabe todo eso. Eres uno de los pobres a quienes bendijo. Sabe qué miserable maquinaria estás tratando de conducir. Sigue adelante. Haz lo que puedas. Algún día (quizás en otro mundo, pero quizás mucho más pronto), Él la arrojará al montón de desechos y te dará una nueva. Y entonces nos dejarás pasmados, y también lo estarás tú, porque habrás aprendido a conducir en una escuela difícil. (Algunos de los últimos serán los primeros, y algunos de los primeros serán últimos.)


Las negritas son mías. 
Publicado originalmente en Todo era bueno.
Yo añadiría: una vez que se le ama, es siempre o Cristo o nada. 

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